Maricarmen de las Peñas
Cuando una persona se da cuenta de que no sabe cuál es el sentido de su vida y se propone encontrarlo por medio de la razón en forma sistemática, se convierte en filósofo.
El filósofo no se contenta con formar su existencia basado en opiniones recibidas, en creencias ajenas o tradiciones impuestas.
Un filósofo de verdad reconoce, en primer lugar, su propia ignorancia. Es verdad que no está de acuerdo con lo impuesto, pero también se reconoce incapaz de encontrar sustitutos más convincentes. Luego viene el segundo paso: la búsqueda. Esa necesidad de ponerse en marcha y buscar respuesta a las propias inquietudes.
La más mínima honestidad le exige no vivir a expensas de lo que piensan los demás, empieza a trabajar por su cuenta. Intuye que la tarea no va a ser fácil pero le anima saber que ha salido de ese sopor que lo mantenía diluido y sin personalidad propia en una sociedad cada vez más masificante. Ya está convertido en “el amante de la sabiduría”.
La herramienta clave para este proceso va a ser su propia razón. Ya no va a avalar, nunca más, argumentos sin examinarlos y asegurarse de su validez, desde ahora verá con sus propios ojos.
Hace falta mucho valor para entregarse a esta tarea, el enfrentamiento social va a ser inevitable, pero el premio consistirá en una profunda experiencia de libertad, de verdadera libertad, pues sólo abriendo los ojos y renunciando a la enajenación, se toman las riendas de la propia existencia.